
Una noche en sueños ví que con Jesús caminaba junto a la orilla del mar bajo una luna plateada.
Soñé que veía en los cielos mi vida representada en una serie de escenas que en silencio contemplaba.
Dos pares de firmes huellas en la arena iban quedando mientras con Jesús andaba, como amigos, conversando.
Miraba atento esas huellas reflejadas en el cielo, pero algo extraño observé, y sentí gran desconsuelo. Observé que algunas veces, al reparar en las huellas, en vez de ver los dos pares veía sólo un par de ellas.
Y observaba también yo que aquel solo par de huellas se advertía mayormente en mis noches sin estrellas, en las horas de mi vida llenas de angustia y tristeza cuando el alma necesita más consuelo y fortaleza.
Pregunté triste a Jesús: "Señor, ¿Tú no has prometido
que en mis horas de aflicción siempre andarías conmigo?
Pero noto con tristeza que en medio de mis querellas,
cuando más siento el sufrir, veo un sólo par de huellas.
¿Dónde están las otras dos que indican Tu compañía cuando la tormenta azota sin piedad la vida mía?
Y Jesús me contestó con ternura y compasión:
"Escucha bien, hijo mío, comprendo tu confusión. Siempre te amé y te amaré, y en tus horas de dolor siempre a tu lado estaré para mostrarte Mi Amor.
Mas si ves sólo dos huellas en la arena al caminar, y no ves las otras dos que se debieran notar, es que en tu hora afligida, cuando flaquean tus pasos, no hay huellas de tus pisadas porque te llevo en mis brazos"

Un día cuando desperté no había luz, todo estaba oscuro. Las luces y las estrellas se encontraban lejos. Me vi sola y un par de lágrimas me hicieron compañía.
Caminé, caminé... mis rodillas y manos sangraban por las caídas, mis ojos no alcanzaban a ver nada, mi llanto era un diluvio de dolores, las cuáles la luz no traspasaba.
Lloré, lloré... caminé y caí, una... y otra vez; Caí y ya no pude levantarme más. El cansancio y la tristeza actuaron en mí. Y profundamente dormí...
¡Levántate!
Al instante desperté y un viento cálido me acarició.
¡Levántate! ¡Yo ya caí por ti tres veces!
Alcé la cara y busqué con desesperación. Fue inútil, mis ojos estaban cegados y nada distinguían. La voz se oyó con ternura, cargada de amor muy cerca de mí.
"Levántate, dame tu mano, tú no me has buscado con el corazón, no te asustes, yo soy el que ha velado tu sueño, el que ha secado tus lágrimas y tus heridas las he curado, ese corazón tan roto lo he pegado, anda siéntate acércate, ¡Te amo!"
No sé como, pero de pie me puse. Nada me dolía, ya no había pesar en mi alma.
Mis ojos... mis ojos ¡Veían! Levanté la cara y ahí, cerca de mí estaba Él. Era un hombre de mirada más dulce que la miel, y la sonrisa más hermosa que he visto, me extendía los brazos...
-" Ya no necesitas caer, ya no necesitas llorar, si estás herido, sólo, búscame, yo estoy cerca de ti siempre...".
Comprendí que nunca estuve sola, alguien me observaba, me cuidaba, ¡estaba junto a mí!...
¡Levántate!, ¡Levántate!
Yo he dado la vida por ti, he vencido a la muerte, vamos, el camino lo he abierto, no temas yo iré junto a ti, ¿sabes?... te amo.

La mayor parte de los humanos en la vida vamos por éste mundo pensando que todo lo merecemos, pidiendo y exigiendo lo que no damos ni estamos dispuestos a dar.
Un hijo y su padre, estaban caminando por las montañas, de repente, el hijo tropieza, se lastima y grita:
-"¡¡AAAAHHHHH!!"
Para su sorpresa oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña:
-"¡¡AAAAHHHHH!!"
Con curiosidad el niño grita:
-"¿QUIÉN ESTÁ AHÍ?"
Recibe una respuesta:
-"¿QUIÉN ESTÁ AHÍ?"
Enojado con la respuesta, el niño grita:
-"COBARDE"
Y recibe de respuesta:
-"COBARDE"
El niño mira a su padre y le pregunta:
-"¿Qué sucede?"
El padre, sonríe y le dice:
- Hijo mío, presta atención.
Y entonces el padre grita a la montaña:
-"TE ADMIRO"
Y la voz le responde:
-"TE ADMIRO"
De nuevo, el hombre grita:
-"ERES UN CAMPEON"
Y la voz le responde:
-"ERES UN CAMPEON".
El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego, el padre le explica: ¡La gente lo llama eco, pero en realidad es la vida!
Te devuelve todo lo que dices o haces. Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones.
Si deseas más amor en el mundo, crea mas amor a tu alrededor. Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean.
Si quieres que quienes te rodean te sonrían, llena con tu sonrisa cada momento de tu vida
Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida.
Dad y se os dará, decía Jesús...
Y San Pablo añadía:
...todo lo que el hombre sembrare eso también segará.
La vida te dará de regreso, exactamente aquello que tú le has dado.
Tu vida, no es una coincidencia, es un reflejo de ti.
No temas creer que cuanto tú le des al mundo, el te dará a ti. No lo olvides...
"Si no te gusta lo que recibes de vuelta, revisa muy bien lo que estás dando!"
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